Llegamos de los primeros al pueblo de Empel. El "nuevo Empel", pues el viejo, fue arrasado por los bombardeos de la II Guerra Mundial. Llueve a mares y no se ve un alma, pero en la fachada de la iglesia de San Landelino, junto a la bandera holandesa, hay izadas dos banderas con el aspa de Borgoña. Estamos pues, en terreno propio.
A poco más de 40 kms de la frontera holandesa, en el límite norte del Ducado de Brabante, donde el caudaloso Mosa establece el límite con los Güeldres y la isla de Bommel, esta pequeña población, que depende administrativamente de Bolduque, se ha mantenido fiel al credo católico durante años, pese a formar parte de un país de mayoría protestante.
Ellos mantuvieron el recuerdo del milagro que la Virgen Inmaculada realizó en la fría madrugada del 8 de diciembre de 1585, que hizo al almirante holandés derrotado exclamar: "Tal parece que Dios es español, al obrar tan gran milagro". Y desde 2007 mantienen contacto con la Academia de Infantería Española, acogiendo a las diversas peregrinaciones que se han ido haciendo desde entonces.
Esta tarde ha habido una reunión de emergencia en el salón parroquial, pues llegaban los soldados españoles, que iban a acampar con sus tiendas de campaña en un prado cercano, pero la lluvia que cae sin parar desde hace dos días lo ha convertido en una charca. Los vecinos se ofrecen voluntarios y acogen a los expedicionarios en sus casas, en función de sus capacidades. Como en los tiempos de los viejos tercios, cuando llega el autobús les están esperando con un listado y unos croquis realizados a toda prisa y fotocopiados. Un grupo de cinco para acá, otros tres con aquella señora, diez en aquel cobertizo... ¡La mayoría de los que ofrecen sus casas no hablan ni una palabra de castellano, y algunos ni inglés! Es emocionante.
Gabriela, mejicana casada con holandés, es la que dirige la operación, y una vez colocados todos nos ofrece a Llanos y a mí llevarnos a su casa. Le damos las gracias pero nosotros teníamos ya la habitación reservada en un hotel cercano. Una vez que todos se ubiquen y adecenten un poco (llevan todo el día con el traje de época y nos ha llovido un montón) nos juntaremos en la ermita, en el dique del viejo Empel.
El conjunto que forman el viejo pueblo con el nuevo, y con el propio Bolduque ('s-Hertogenbosch, en holandés), es un auténtico laberinto de calles concéntricas y casitas bajas con jardín, aunque con el GPS no corremos peligro de perdernos. Después de nuestro paso por el hotel cogemos la carretera del dique y justo en la orilla del Mosa hay un aparcamiento donde dejamos el coche. A continuación se levanta un jardincillo cercado con una ermita y un pequeño cementerio. Aquí es.
Todos van llegando y acercándose a la pequeña imagen de la Virgen. De pronto el pequeño espacio está abarrotado de españoles y holandeses, y el general Muro pide silencio. Una señora mayor nos dirige unas palabras de bienvenida. Le llaman "la generala" porque en cierto modo es la jefa de esta comunidad. En su día donó los terrenos donde se levanta la capilla que se construyó con la aportación de todos. Nos felicita por el camino recorrido y los esfuerzos superados y nos dice que estamos en nuestra casa, que el pueblo de Empel está encantado de acoger a todos aquellos españoles que quieran venir a visitar a su virgen.
Mañana será el día grande, pero ahora nos invitan a cenar en el animado restaurante que está justo enfrente, "De Lachende Vis", que como todo el mundo sabe significa en holandés, "El pez que ríe". Aquí es donde se produjo hace diez años el encuentro que supuso el descubrimiento para los españoles de que Empel existía. Era un lugar real, y no una leyenda. Un lugar muy apropiado para que cenaran los soldados de los tercios, con unas sabrosas costillas asadas y buena cerveza, pardiez.
En las mesas nos mezclamos con los lugareños, los expedicionarios a pie y los que fuimos en vehículo, y pasamos un rato estupendo, intercambiando anécdotas de unos y otros, y contándoselas a los que aquella estupenda noche nos habían acogido.
A la mañana siguiente el desayuno para todos fue en el salón parroquial y después se pudo hacer una visita a la iglesia de San Landelino, donde poco a poco se está juntando material para un pequeño museo relativo a Empel y los Tercios, pues no solo cuenta con la tabla alegórica al milagro, sino con las reproducciones de los cuadros del pintor Ferrer Dalmau, donados por el Ejército Español y los muchos recuerdos que van dejando los peregrinos.
Hoy domingo, día de Santiago, afortunadamente luce el sol, y pudimos celebrar los actos previstos en el dique y la misa de campaña en el exterior. En primer lugar marchamos todos a la orilla del Mosa, justo enfrente de la isla de Bommel, y el general Muro nos contó con detalle cómo el Tercio de Bobadilla quedó cercado en estas tierras cuando los holandeses rompieron los diques.
Después, a modo de conmemoración, nuestro soldados representaron el hallazgo de la tabla, recordando la disposición del cuadro de Dalmau. Esta tabla de la virgen ha sido tallada y donada por otro militar español, y hoy nuestra expedición la entregará en la ermita como recuerdo del 450º aniversario del Camino Español y de nuestro paso por estos lugares tan importantes para los infantes españoles.
Se reorganizan las tropas y, con la cruz y la imagen de la Virgen al frente inician de nuevo una procesión como la de aquella lluviosa tarde de diciembre de 1585, solo que hoy luce el sol y los semblantes son alegres, pues sabemos que todo acabó bien para los nuestros...
Según vamos adentrándonos entre las casas del viejo Empel se va añadiendo la gente, siguiendo a esta extraña procesión que se detiene a las puertas de la ermita. Los paisanos ceden el espacio central a nuestros soldados, que adoptan la formación para la celebración de la misa de campaña.
Al párroco de Empel se ha sumado un sacerdote castrense español. Entre ambos concelebrarán la ceremonia, que se dirá parte en castellano y parte en flamenco. Para que todos podamos seguirla nos distribuyen unos libretos que llevan la traducción de los textos. Todo un detalle.
Momentos emocionantes fueron la entrega de la tabla por el capitán y uno de los suboficiales, que fue bendecida por el párroco antes de colocarla a los pies del altar, o el momento de la consagración, donde nuestros soldados adoptaron la posición de "Rindan armas", a la más vieja usanza...
Las canciones, las palabras de los sacerdotes, los estrechamientos de manos y los abrazos, todo en un ambiente de cordialidad y hermanamiento digno de admiración.
Pero todo termina y, una vez acabada la ceremonia, llegó el momento de las despedidas. Adiós a nuestros nuevos amigos de Empel, a los compatriotas que recorrieron a pie casi trescientos kilómetros y aquellos que llegaron directamente desde España para este momento.
Todos hemos vivido una experiencia maravillosa al revivir nuestra historia y animamos a todos a que vengan. A que recorran todo o parte de ese maravilloso Camino Español y que, una vez en Flandes busquen las huellas de nuestro pasado, que en algunos sitios siguen muy vivas y, si pueden, alcancen Empel, el lugar donde un día la Virgen Inmaculada decidió que había que cuidar a esos hombres que daban su vida por ella y por su Hijo.