miércoles, 16 de agosto de 2017

8. Franco Condado y Lorena (19 a 21-Julio-2017)

Tres son los ramales del Camino Español que atraviesan el Franco Condado. De oeste a este: el del Duque de Alba, que vamos siguiendo desde el inicio de nuestra aventura, y los que atraviesan los Alpes por el Pequeño y Gran San Bernardo. No es de extrañar, pues el que fuera el Condado de Borgoña, era pieza fundamental de la gran partida de ajedrez que jugó la Monarquía Hispánica en el tablero europeo.

Al llegar a esta altura no hemos podido contenernos y, gracias a disponer de un vehículo que devora las distancias (siempre dentro de los límites permitidos, claro) hemos saltado un par de veces de un itinerario a otro para no dejarnos para atrás lugares que teníamos un particular interés en conocer.

Nuestro "primer pecado", aún en los límites de Saboya, fue la coqueta villa de Annecy, un pueblecito de cuento a orillas del lago alpino del mismo nombre. Presidido por un imponente castillo y con sus casitas de colores a lo largo del rio Thiou, se da un aire a Chambery, pero mucho más arreglado y totalmente volcado al turismo, que en esta época del año literalmente lo invade.


Si se dispone de tiempo suficiente, además de pasear por sus calles y subir a la fortaleza, que originalmente fue edificada por el señor de Ginebra y posteriormente adquirida por los Duques de Saboya, se recomienda un recorrido de una hora por el lago, a bordo de uno de los numerosos barquitos que hacen este servicio. A lo largo de su orilla oeste transcurría el camino español que viene de Conflans, y todavía hoy (¡milagro!), uno de los caminos de acceso a Annecy por este lado conserva el nombre de "Chemin des Espagnoux".

A poco más de treinta kilómetros al norte, el reducto calvinista de Ginebra obligaba a nuestras tropas a transitar por el estrecho punto de Pont de Gresin, un puente que cruzaba el Ródano a los pies de los imponentes montes Jura. Lamentablemente fue destruido durante la II Guerra Mundial y lo sustituye una pasarela inaugurada en 1951. Nosotros nos conformamos con pasar todo lo cerca que nos permitía el coche y cruzamos el Ródano por Bellegarde-sur-Valserine, atravesando los Jura por estrechas barrancas hasta alcanzar la planicie del Franco Condado.

Allí apretamos el paso para hacer noche en Dôle, la antigua capital. A la mañana siguiente la pateamos a gusto, pues la "Dola" del camino español conserva un estupendo casco histórico levantado a los pies de la gran colegiata de Notre-Dame y apiñado entre sus murallas y el canal du Rhône au Rhin, que bordea el último baluarte de la muralla española que queda en pie.


Desde allí continuamos hasta Besançon, la actual capital del condado aunque inicialmente era ciudad imperial independiente. Por eso ninguno de "los caminos" que atravesaban el Franco Condado hacían alto en ella. Pasó a manos de la corona española en 1656 y tuvo que hacer frente a los franceses de Luis XIV dos veces, hasta el asedio definitivo liderado por el Mariscal Vauban.

La ciudad está construida en un meandro del río Doubs, y a los pies de la impresionante fortaleza abaluartada que la domina, pues más que finalidad defensiva, la ciudadela, diseñada por el propio Vauban, tenía la finalidad de controlar a la levantisca población que no tenía ningún interés en ser francesa.


Más de trescientos cuarenta años después el estado francés trata de ocultar el pasado hispano de la ciudad, y en la documentación de calles y museos no se hace referencia al estilo renacentista italiano del antiguo ayuntamiento, que presidió desde una hornacina, ahora vacía, una impresionante estatua del emperador Carlos, a la importancia del Cardenal Granvela, que edificó uno de los mejores palacios de la ciudad, o al propio Duque de Alba, cuyo rostro se conserva en la figura del temible Neptuno que vigila el lateral del convento de carmelitas desde el siglo XVI. Que digan lo que quieran, la historia es la que es, y una voz tan acreditada como el poeta Victor Hugo, que aquí nació, la describió en un poema como "...Besançon vieille ville espagnole...". Su escudo es un águila imperial que apoya sus patas en dos columnas que recuerdan sospechosamente a las de Hércules, por algo será...


Precisamente en español escuchamos hablar a un animado grupo de jóvenes que copaba la Grand-Rue en el corazón de la ciudad. Sus camisetas, les delataban: formaban parte del equipo cívico-militar que había partido de Annecy el día 14 y llegarían a Namur, como nosotros, el 24. Acababan de instalar su campamento base en las cercanías de la ciudad y desde ella se desplazarían en autobús a realizar los tramos a pie que les restaban. Nos dimos a conocer y mantuvimos una animada charla hasta que llegó nuestra hora de partir, en que les deseamos buen camino. En Flandes nos reencontraríamos...

Nosotros estiramos al máximo la jornada, haciendo noche en Luxeuil. Tanto estiramos que ni el recepcionista del hotel nos aguardaba ni quedaba nada abierto para cenar, pero eso no era problema para los que llevan toda la intendencia en el maletero...

A la mañana siguiente, el tranquilo pueblecito nos sorprendió totalmente, una estación termal con lustrosos edificios de principios del XX y muchas flores era lo que prometía su nombre actual Luxeuil-les-Bains, pero en su día fue también parada del camino español, y su calle principal está flanqueada de antiguas casonas solariegas y un potente torreón.


A partir de Epinal, ya en la Lorena, todos los itinerarios del Camino Español convergían en uno solo, que atravesando Nancy, la capital, y rodeando la ciudad "enemiga" de Metz se acaba adentrando en Flandes por Luxemburgo. Así pues, nuestro último alto antes de pisar tierra flamenca fue en la capital ducal.


La puerta de La Craffe y el palacio de los duques de Lorena, son los únicos restos arquitectónicos de la época de los Tercios, pues con la ocupación francesa y su último duque semi-independiente, el polaco Stanislas Leszcynski se construyeron plazas y palacios al más puro estilo francés, que si bien nos dejaron una de las plazas más bellas de Europa, actualmente Patrimonio de la Humanidad, se llevaron para siempre el espíritu del antiguo ducado, que bajo el pabellón de la cruz de Lorena se enfrentó a la cruz de Borgoña en la famosa batalla de Nancy de 1477 y fue después aliada de los Habsburgo hasta ser convertida en provincia francesa en 1766.


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