martes, 8 de agosto de 2017

1. Los preparativos

Como aficionado a la Historia Militar lo había recorrido muchas veces, acompañando al Duque de Alba, a Don Álvaro de Sande, al Cardenal Infante... Pero siempre con la imaginación. Bueno, con la imaginación, los libros, los planos y hasta el Google Earth.

El hacerlo físicamente, pisando las mismas piedras que nuestros heroicos soldados de los Tercios quedaba siempre muy lejos, ya que para aquellos que tenemos la suerte de tener un trabajo fijo, con un periodo de vacaciones muy limitado, resulta difícil embarcarnos en una aventura de duración incierta.

Fue necesario un empujón, y ése me lo dio Llanos, mi mujer, el día en que cumplí el medio siglo. Mi regalo de cumpleaños, aparte de una magnífica tarta con la Cruz de Borgoña que causó impresión a todos los amigos reunidos, sería hacer este verano el Camino Español...




Era un regalo bastante abierto, pues ella también había comprobado la complejidad de la organización del viaje, y más si trataba de hacerlo para otra persona. ¿Qué camino coger?, pues no hay un único camino... ¿Ir en avión hasta Milán y luego qué?

Así pues, el regalo consistía más bien en "una patente" para organizar la expedición, cual si de capitán que alzara bandera se tratara. De hecho, había que disponer también de una bandera que nos acompañara en el recorrido y poder ser izada en aquellos lugares que en algún momento pertenecieron a la Monarquía Hispánica. De eso se ocupó la Tienda de los Tercios, que ofrece todo aquello que un aficionado a nuestro Siglo de Oro pueda necesitar, en nuestro caso la equipación de camiseta alegórica a la misión y la flamante Aspa de Borgoña, aunque más tarde echaríamos de menos no haber encargado también las sudaderas, que el tiempo en Flandes es muy traicionero...


Desde el mes de febrero me volqué pues en la lectura de todo lo relativo a El Camino que caía en mis manos, a visitar páginas web, a contactar con asociaciones. De hecho nunca he tenido un regalo más completo, pues lo estuve disfrutando desde el primer día, durante los meses de preparación, en su ejecución, y aún ahora, que lo estoy pasando a este blog, para poder compartirlo con vosotros, pues es una manera de volverlo a vivir.

La primera decisión me resultó bastante fácil: de los posibles caminos que emplearon nuestros tercios durante los años que estuvo abierta esta comunicación entre posesiones españolas, parecía más lógico utilizar el primero de ellos, el que atravesando los Alpes por los territorios de la Casa de Saboya, recorría después el Franco Condado y la Lorena hasta llegar a Namur, pues éste fue el empleado por el Gran Duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel en 1567, y de esta gesta se cumplen precisamente 450 años, un número demasiado redondo como para obviarlo.


Otra cuestión era el medio de transporte: el recorrer tramos a pie y/o en bicicleta alargaba mucho la duración, o te limitaba a hacer tan sólo una parte del camino. Yo lo quería todo. ¿Quién sabe cuándo volvería a tener la oportunidad? Así pues, el coche parecía lo más indicado. Pero alquilar un vehículo en Milán para soltarlo en Bruselas resultó una locura, no asequible a casi ningún bolsillo. Y menos acompañado de los correspondientes billetes de avión de ida y vuelta.

Total, nuestro coche tenía pocos meses, así que sería una estupenda ocasión "para hacerle el rodaje". Llevar coche propio nos permitía ir por dónde quisiéramos en cada momento, y adaptar nuestra marcha al ritmo que fuera necesario.

De la información disponible fuimos colocando en orden los puntos por los que habría de pasar nuestro itinerario, permitiéndonos la licencia de hacer un alto de un par de días en Milán, que el Duque de Alba, por la urgencia de la misión y viajar ya con los tercios formados, no necesitó. Aquí seguimos más bien la ruta que Cervantes narra en el Quijote, en su capítulo XXXIX:
"...llegué con próspero viaje a Génova, fui desde allí a Milán, donde me acomodé de armas y de algunas galas de soldado, de donde quise ir a sentar mi plaza al Piamonte, y estando ya de camino para Alejandria de la Palla, tuve nuevas que el gran Duque de Alba pasaba a Flandes"

Y efectivamente, yendo con nuestro coche no podíamos utilizar el recurso fácil de recorrer la costa francesa. Fácil y cansado, por otra parte, pues suponía añadir, al inicio, más de ochocientos kilómetros a todos los que tendríamos que recorrer después. Nada, nada, Francia era "territorio enemigo" y debíamos evitarlo.

Así pues, nos quedaba la opción de embarcar el coche en Barcelona, en uno de los ferrys que vienen de Tánger, pues no hay muchas más posibilidades de transportar un coche desde España a Italia. De eso ya hablaremos en su momento, pues no me hacía mucha gracia la situación. Pero lo asumimos poniendo por delante las ventajas de disponer de nuestro coche. Al fin y al cabo, nuestros soldados de los Tercios tampoco disfrutaban mucho que digamos del trayecto en las galeras...

Las fechas de partida del barco (dos a la semana) empezaban a marcarnos ya unos condicionantes de fecha de inicio. Los 1.000 kms entre Badajoz (nuestra ciudad de origen) y Barcelona, los podíamos asumir en un único día de marcha, contando con que estábamos frescos y luego tendríamos el día de navegación para recuperarnos, así pues, a los días de partida del barco, le restábamos uno y comenzaban a salir las posibles fechas de nuestra salida.

Con el Google Maps fui confeccionando los tramos, de una duración nunca superior a los 200 kms, para poder disfrutar de los puntos de paso. No era cuestión de hacerlo de un tirón, sino de saborear cada uno de los paisajes. De echar pie a tierra en cada rincón del camino en el que el corazón nos dijera "por aquí pasaron los nuestros".


Mientras yo me ocupaba de la parte "Táctica" de la operación, Llanos se volcó en la parte "Logística". Por una parte había que pensar en la manutención y por otra, en el alojamiento de las tropas. La manutención no podía ser a base de restaurantes mañana, tarde y noche, no solo porque dispararía el presupuesto, sino porque te resta mucho tiempo de patear a tu gusto el tener que buscar un lugar adecuado, encontrar mesa, que te atiendan... Así pues contamos con llevar unos módulos de desayuno y otros de cena, en bolsas diferenciadas para no tener que rebuscar mucho en el maletero en cada ocasión. Y productos de la tierra de Extremadura envasados al vacío para montar un bocata de mediodía siempre que fuera necesario.



Así, al llegar al alojamiento de destino, en función de que tuviera incluido o no el desayuno, sacaríamos de la bolsa blanca un módulo de desayuno y de la negra, otro de cena. Si se aproximaba la hora de la comida y no teníamos claro dónde comer, en un momento se sacaba un pack de lomo o de jamón, y con el pan que compráramos tendríamos unos bocatas de escándalo. Pero si un día te encontrabas con un sitio que tuviera un menú apetecible, o querías darte un gustazo, simplemente no consumías la bolsa o el bocata, y quedaría para el día siguiente.

En cuanto a las pernoctaciones, no fueron necesarias las boletas de alojamiento, ya que nuestra amplia experiencia en el manejo del Booking las hizo innecesarias. Buscamos en cada una de las localidades finales de cada etapa (o en sus alrededores) algo que se adaptara a nuestras necesidades y nuestros gustos y cuando llegó el día de la partida ya sabíamos dónde dormiríamos cada uno de los días.

Es cierto que esto nos obligaba a cumplir un rígido programa de etapas que, de interrumpirse por cualquier motivo, provocaría más de un problema. Pero preferíamos asegurarnos los hoteles que mejor nos convenían y a unos precios adecuados, ya que en plena temporada alta, cada día que pasaba restringía preocupantemente la disponibilidad de establecimientos e incrementaba los costes.

Digamos que habíamos definido el "grado de aventura" que estábamos dispuestos a asumir, reduciéndolo en beneficio de asegurarnos llegar a todas aquellas localidades importantes del primer camino, en condiciones de poder sacarle a la estancia el máximo partido.


1 comentario:

  1. Muy bien explicados los preparativos, y como no la logística, fundamental.

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