martes, 15 de agosto de 2017

7. El paso de los Alpes (18-Julio-2017)

Salimos de Turín en dirección oeste, recorriendo el Valle de Susa, que se interna suavemente en los Alpes, tornándose más duro a partir de la villa de Susa, hasta culminar en el paso de Mont Cenis. Este fue el itinerario elegido por el Duque de Alba, y mientras la Casa de Saboya se mantuvo del lado español, fue el preferido por nuestras tropas, ya que el paso del Pequeño San Bernardo era imposible cruzarlo en invierno.

Como centinela de piedra a la entrada del valle se encuentra la impresionante Sacra de San Michele, una abadía benedictina que vivió su esplendor en el siglo XIV y dicen que inspiró a Umberto Eco para su novela "El nombre de la rosa". El fácil imaginar a nuestros piqueros levantando la vista hacia ese espectacular nido de águilas mientras avanzan temerosos a las duras jornadas de ascensión que tenían que comenzar sí o sí, pues estaban rodeados de altas paredes rocosas y no habría más remedio que trepar...



La puerta del valle es la ciudad de Susa, levantada por los romanos después de la invasión de la Península Itálica por Anibal, con la intención de que no les volviera a sorprender ningún enemigo procedente de las Galias. En ella se conservan importantes restos romanos, entre ellos una impresionante puerta de muralla y un pequeño arco del triunfo, que no solo conocieron la pisada de las legiones romanas, sino también de nuestros Tercios...


Dejamos Susa por la Strada Statale 25, siguiendo los carteles de Montcenisio, por una carretera llena de curvas, siempre ascendente, pero con un firme estupendo y una anchura más que suficiente para cruzarse con otro vehículo. El paisaje era espectacular, y parábamos de vez en cuando para poder disfrutarlo, porque el conductor no podía distraerse ni un segundo, y menos con la presencia de los inevitables "moteros", como toda buena carretera de montaña que se precie.


El paso fronterizo se encuentra más abajo del puerto de montaña, y el último tirón de curvas, ya del lado francés, se encontraba en peor estado, de modo que al culminar la ascensión y llegar a la explanada, junto a los restos de un antiguo pueblo deshabitado, la parada era casi obligada para descansar y disfrutar del momento...


En lo alto del puerto han levantado los franceses una presa que embalsa las aguas del deshielo, transformando el valle que atravesaron nuestros tercios en un apacible lago artificial donde confluyen multitud de turistas y aficionados a la montaña, y alrededor de una ermita con forma piramidal encontramos un centro de interpretación, un museo de flora alpina, y tiendas de múltiples accesorios para el montañismo. Nos sellan nuestra credencial, pero todo lo que no sea la Ruta Francíngena, nada. Ni idea de nuestros Tercios...

El descenso por el lado norte, que aún conserva nieve en las cumbres, atraviesa la estación de esqui de Valcenis y termina en el pueblecito de Lanslebourg / Mont-Cenis. Desde allí, hasta la antigua capital de la Saboya, Chambery, el descenso es continuado, pero suave, siempre encajonados entre montañas altísimas.


Tras pasar en Bramans junto a un monumento que recuerda la hazaña de Anibal con sus elefantes, nos topamos con el impresionante conjunto de fortificaciones que defendían la Barrera del Esseillon, una estrecha garganta donde los reyes del Piamonte establecieron su defensa avanzada contra los franceses (hoy 40 kms dentro de Francia), dándole a los cinco reductos que lo componen los nombres de personas de la familia real: Maria Teresa, Victor Enmanuel, Carlos-Félix, Maria Cristina y Carlos-Alberto. Hoy tienen allí montado un enorme campo de multiaventura (Parcobranche) una de cuyas tirolinas cruza por completo la estrecha y profunda garganta del Arc, con unas vistas impresionantes del Puente del Diablo. 


Pasado St. Jean de Maurienne desembocamos al valle del Isère, que transcurre perpendicular al que traíamos desde Mont Cenis. Si lo cogieramos hacia la derecha, hacia el noreste, llegaríamos a Conflans (Albertville) que es donde desemboca el camino español que viene del Pequeño San Bernardo. Nosotros giramos hacia la izquierda, como hiciera el Duque de Alba, para hacer noche en Chambery, la que fuera primera capital del Ducado de Saboya (y que dio nombre al famoso barrio madrileño).

Esta ciudad que no llega a los 60.000 habitantes es la capital del Departamento de la Baja Savoya, y mantiene prácticamente intacto su casco antiguo medieval, a los pies del castillo ducal, actual sede de la prefectura, en cuya capilla estuvo guardada la Sábana Santa hasta su traslado a Turín, junto con la capital del ducado en 1563.

Visitar la capilla y el castillo es una lección de historia del Ducado de Saboya, aunque contada por franceses en un continuo equilibrio para no mencionar para nada a España, ni el importante papel que jugó el ducado haciendo de bisagra entre las dos monarquías más poderosas del siglo XVI y XVII.

Recorrer sus callejas y pasadizos, que atraviesan las manzanas de abigarradas casas en múltiples y estrechos recodos es un pasatiempo en el que te ves trasladado a otra época. Nosotros nos alojamos en un pequeño apartamento que estaba situado en una calle del siglo XIV, la más antigua de Chambery, y teníamos que subir varios tramos de escaleras de caracol conectados con pasadizos volados sobre estrechos patios... ¡Toda una aventura!



Y con todo este ingente patrimonio histórico y arquitectónico, la promoción turística de la ciudad está volcada sobre lo que consideran su principal monumento "La fuente de los elefantes", una auténtica excentricidad realizada por un general que se enriqueció en la India y, al volver, invirtió su fortuna en modernizar la ciudad, pero quiso dejar el recuerdo de sus experiencias en Oriente con esta fuente que sus convecinos llaman "los sin culo", en alusión a que a los paquidermos les falta la parte de atrás."Cosas veredes, amigo Sancho..."



No hay comentarios:

Publicar un comentario