sábado, 19 de agosto de 2017

10. Los Tercios vuelven a Amberes y Breda (24-Julio-2017)

(¿quieres verlo?)
A las nueve de la mañana acudimos puntuales a la cita, en la explanada de la ciudadela de Namur. Allí formaban de nuevo los Tercios, para escuchar las palabras de un general español. Los alegres compatriotas que anoche celebraban el final del camino, hoy vestían sus mejores galas, y piqueros y arcabuceros rodeaban la enorme bandera ajedrezada con el aspa de Borgoña, que portaba un auténtico alférez de infantería española.


El Teniente General en la reserva, Cesar Muro Benayas, es el presidente de la Asociación de Amigos del Camino Español de los Tercios, organizadora de esta expedición y hace diez años, siendo Inspector del Arma de Infantería preparó la primera peregrinación a la ermita de Empel por el Camino Español, con representación de todos los regimientos del arma. Historiador y escritor, conoce como nadie las hazañas de las armas españolas en estas tierras y nos expuso en amenas palabras la importancia de esta ruta para nuestras tropas en los siglos XVI y XVII, y de la ciudad de Namur como punto de llegada y, a su vez, de partida de los tercios a las diferentes zonas de los Países Bajos donde se les requería.

Tras escuchar sus emotivas palabras, y sin perder un minuto, pues amenazaba lluvia marchamos a cumplir con la "tradición" de inmortalizar el momento de haber puesto nuestra particular "pica en Flandes".


En la mullida tierra de la explanada de la ciudadela de Namur, los españoles que culminan su recorrido, hincan de forma simbólica su arma en recuerdo de tantos y tantos de nuestros compatriotas que hicieron el tremendo esfuerzo de llegar hasta aquí, no para disfrutar como nosotros, sino para dar su vida en defensa de su Dios y de su Rey. Cuando uno cuenta con una sección de piqueros, lógicamente este acto queda mucho más lucido...


Desde uno de los miradores cercanos, con una vista espectacular del río Mosa, el general nos contó la heroica entrada de D. Juan de Austria en Namur, con los tercios que volvían de Italia después de que el Edicto Perpetuo se hubiera mostrado papel mojado, mediante el cruce masivo del Mosa y la ocupación de la ciudadela, cuya fortificación amplió y mejoró, y la determinante batalla de Gembloux, que permitió que España volviera a hacerse con el control de varias de las provincias rebeldes.

Después llamaron a "formar el Tercio" y nuestra tropa entró desfilando a toque de tambor por la poterna de acceso a la ciudadela, para después hacer algunas formaciones y demostraciones de combate.


Nuestro "camino" había terminado en Namur, pero no así nuestra peregrinación, ya que la intención era adentrarnos en Flandes y llegar, en las Provincias Rebeldes, hasta el sitio de Empel, donde daríamos gracias a nuestro señor Santiago en el día de su festividad, con una misa de campaña.

Embarcamos pues en los vehículos y nuestro siguiente punto de encuentro era esa gran ciudad, a orillas del Escalda, que aún se estremece cuando oye hablar de los Tercios: Amberes.

Tuvimos tiempo libre para recorrer la ciudad, que aprovechamos para visitar la imponente catedral, en la animada Groenplaats y las típicas casas flamencas de Grote Markt, con su imponente ayuntamiento, cuya fachada preside sin complejos el escudo de España.


Después de comer pudimos vivir uno de los momentos más emocionantes de esta aventura, cuando nuestra tropa desfiló por la Hoogstraat, la calle por la que se avanzó sobre los rebeldes la noche en que nuestras tropas amotinadas fueron en defensa de los españoles sitiados en la ciudadela, disputando al resto de tropas imperiales, alemanas e italianas, el llegar primero hasta el ayuntamiento y proceder al saqueo de las casas más ricas de la ciudad.


Esta vez no hubo saqueo, solo estupor de los viandantes y regocijo de los turistas, que aprovechaban para inmortalizarlo todo con sus cámaras. Entre ellos, numerosos españoles, que, aunque tan sorprendidos como todos los demás, se acercaban a nosotros pues reconocían algo suyo en esas banderas. La formación se detuvo delante del ayuntamiento donde se dijeron unas palabras de recuerdo y conmemoración, y se siguió desfile hasta la catedral.

La lluvia hizo de nuevo su aparición, ahora con más ahínco si cabe, pero nuestro recorrido no terminaba hasta llegar al castillo de Amberes, donde tan solo faltó que nos saliera a recibir el propio Sancho Dávila, el Rayo de la Guerra


De ahí volvimos a los vehículos, que estaban en un aparcamiento cercano en la orilla del río, y una vez embarcados tomamos, no sin trabajo, la autopista hacia Holanda. El tráfico es intenso en las salidas de Amberes, no en vano uno de los mayores puertos de Europa, y el desplazamiento se hizo lento y complicado, pero llegamos por fin a la ciudad de Breda, en cuyo castillo nos estaban esperando, aunque no precisamente para rendirse...

En esta fortaleza, situada en el centro de la ciudad y rodeada de canales, se emplaza la Academia Militar del ejército holandés, y como nuestra expedición la conformaba un buen número de cadetes españoles, se había concertado la visita. 

Nos recibió un coronel que nos dio la bienvenida y nos fue explicando (en inglés) un poco de la organización y vida de este centro militar, en el que se veían algunos cadetes en ropa deportiva que iban de acá para allá y miraban sorprendidos a nuestros soldados, que seguían vistiendo la ropa de época, e incluso el desplazamiento al patio central también lo hicieron desfilando.


Después de recorrer pasillos y salones, ver cuadros y recuerdos de las unidades militares holandesas, nos reunieron en uno de los torreones donde tenían un bar muy apañado y nos invitaron a unas cervezas, que fueron muy de agradecer. No pudimos dejar de aprovechar la coyuntura de encontrarnos en lo alto de la muralla, sobre los fosos y la puerta principal, para enarbolar la cruz de Borgoña, recordando los viejos tiempos...


Tras dar las gracias a nuestros anfitriones nos despedimos con rumbo al final, ahora sí, del viaje: Empel...



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