miércoles, 9 de agosto de 2017

3. A bordo de la "Excelente" (14-Julio-2017)

Nuestra particular "galera" era genovesa, y arribaba al puerto de Barcelona desde plazas norteafricanas, antes de continuar su travesía hacia Italia. La mañana había amanecido gris y lluviosa y no cuadraba nada con lo que se espera a mediados de julio en nuestra costa mediterránea.


De las dos opciones posibles para cruzar con nuestro vehículo desde España al norte de Italia habíamos optado por la compañía GNV (Grandi Navi Veloci), pues su destino era Génova, mientras que Grimaldi te lleva a Savona (un poco más al sur). Es cierto que la Excelente lo de "Veloci" lo tenía únicamente en el nombre y tarda bastante más. Pero no apetecía hacer un embarque a las dos de la mañana, que era el horario tan poco atractivo que los chicos de Grimaldi nos ofrecían.

Reservamos pues un camarote para dos personas, además de la plaza del coche, y nos dispusimos, a media mañana a embarcar entre una apabullante marea de furgonetas cargadas hasta los topes de bultos en el techo y familias numerosas de tez morena y pelo ensortijado.


No era posible que todo este personal, claramente de origen marroquí, pretendiera embarcar en Barcelona hacia Génova a mediados de julio, pero lo cierto es que todas las vías de acceso a la zona de embarque estaban colapsadas por ellos. La razón era que,  en el mismo lugar, y casi a la misma hora, se realizaba el embarque en sentido contrario, hacia Tánger, y el control de vehículos de la naviera (por cierto, que la única anunciada era Grimaldi, con quien comparten muelle, ni un sólo cartel de GNV) era común para todos.

Con bastante paciencia y algo de ayuda del personal de control, que pareció apiadarse de una pareja española entre tanto extranjero, conseguimos subir la empinada rampa de acceso a la bodega de vehículos en el horario establecido. Una vez dentro, la organización muy buena, la verdad, pues nos guiaron rápidamente a la cubierta y camarote que nos correspondía. Eso sí, todos los avisos de la megafonía se realizaban en italiano y en francés. Espero que no dijeran nada importante, porque no les hicimos mucho caso en todo el viaje.

En general podemos calificar la experiencia como bastante aceptable. Durante la preparación había leído comentarios terribles sobre esta compañía. Si bien eran de 2005 a 2007, las duras críticas a la limpieza, estado de los materiales y comportamiento del pasaje marroquí permanecen en la web eternamente, atemorizando a posibles clientes en la actualidad.

Nosotros íbamos preparados para cualquier sorpresa y la verdad, pudimos disfrutar de pasear por la cubierta, de un bar panorámico en la proa muy agradable y de un camarote pequeño pero muy completo. No necesitábamos más. Preferimos ahorrarnos la lucha en el autoservicio por conseguir una mesa y pagar precios desproporcionados por un menú más que normalito.


Nos acostamos pronto, pues estábamos cansados del montón de kilómetros de carretera del día anterior, y a las seis y media ya estaba avisando la megafonía algo que interpretamos como que deberíamos irnos preparando para desocupar los camarotes.

Tras un fugaz desayuno nos asomamos a la cubierta y efectivamente, las abigarradas construcciones de Génova se identificaban ya en la distancia, sobre las laderas de unas grandes montañas que caían sobre el Mediterráneo.


Lo peor fue el tiempo de espera en la zona de reunión, con todos los bultos, hasta que nos tocó el turno de bajar y ocupar nuestro vehículo. Una vez montados y bajada la rampa comenzó un "sálvese quien pueda", pues no había absolutamente nadie que dirigiera el orden de salida de las filas, y enormes furgonetas o autocaravanas se avalanzaban lateralmente para adelantarte y ganar unos puestos dentro incluso del propio barco.

La experiencia dicen que es la madre de la ciencia, y por lo visto estos señores tenían experiencia en otros viajes y sabían que el control de vehículos en el puerto era terriblemente lento. Ganar un par de puestos en la bajada de la rampa podía suponer de quince a veinte minutos de adelanto en el control.

Y es que la eficacia del control de fronteras italiano, para unos ciudadanos de la Unión Europea, dejaba mucho que desear. No había separación alguna entre europeos y resto del mundo, ni entre el  "Nada que declarar" y el  "Todo que revisar", así pues el tiempo entre los sucesivos controles resultó desesperante. Desde las ocho horas de la mañana en que atracamos hasta casi las diez tardamos en recorrer los apenas doscientos metros que, repletos de vehículos hasta las trancas, suponían los controles aduaneros italianos.

Cuando se levantó la última barrera y las calles de Génova se ofrecieron ante nosotros, sentimos de verdad que comenzaba nuestro "Camino Español"...



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