domingo, 13 de agosto de 2017

6. Atravesando el Piamonte (17 y 18-Julio-2017)

Salimos de Milán de nuevo en dirección a Pavía, pero esta vez la dejamos de largo, y tras cruzar el río Po, nos adentramos en el Piamonte siguiendo la autopista E-70, haciendo nuestro primer alto en Alessandría, concretamente en su impresionante ciudadela.


Durante el dominio español, Alessandría era una tranquila ciudad dependiente del Ducado de Milán, parada obligada de las tropas que marchaban hacia Flandes. Pero tras la Guerra de Sucesión Española que supuso nuestra marcha, fue anexionada al Ducado de Saboya, y precisamente para mantener esa ocupación y bloquear el Camino Español se construyó esta impresionante fortaleza abaluartada, que se ha mantenido inalterada desde entonces gracias a su utilización por el Ejército Italiano, aunque terriblemente necesitada de un intenso plan de mantenimiento.


La calle mayor de la ciudad, flanqueada de antiguos caserones, estaba muy animada cuando llegamos hasta el ayuntamiento para sellar nuestra credencial y luego continuamos, rodeando el mercado, hasta la carretera que nos llevaría a Asti.

Esta pequeña ciudad, presidida por su catedral románica de estilo lombardo, una de las más grandes del Piamonte, se articula a ambos lados del Corso Vittorio Alfieri, que parte de una antigua torre romana, la Torre Rossa, flanqueada por numerosos palacios y casas nobles, muchas de ellas con sus altas torres medievales.

La plaza donde se encuentra el ayuntamiento y la iglesia de S. Secondo estaba toda decorada con banderas de Saboya, al igual que el interior del consistorio, que tuvimos que recorrer de arriba a abajo, pues para sellar nuestra credencial los conserjes nos llevaron ante un auxiliar y éste hasta la Signora Segretaria, que quedó entusiasmada con nuestra historia y, además de ponernos el mejor de los sellos de que disponía, nos permitió disfrutar de los salones, adornados con cuadros y banderas, y presididas por un retrato de Manuel Filiberto de Saboya, el triunfador de San Quintín al mando de las tropas imperiales, que un año después de la victoria donó su palacio "al comune di Asti".



Para la Casa de Saboya, que además de numerosos duques incluye ocho reyes del Piamonte-Cerdeña y cuatro de la Italia unificada, la figura más heroica y digna de recuerdo es el Duque Manuel Filiberto, "Testa di Ferro", que sirvió al emperador Carlos en la Batalla de Mülberg y comandó las tropas de Felipe II en San Quintín. Plazas, calles, estatuas, cuadros... Nos lo encontraremos muchas veces hasta que salgamos de territorio saboyano, ya al otro lado de los Alpes.


Después de recorrer la pintoresca Asti continuamos ruta para llegar a la gran ciudad del Piamonte, al pie de los imponentes Alpes propiamente: Turín, capital del Ducado de Saboya desde 1563, y de los reinos de Cerdeña e Italia en sus primeros años.


En esta ciudad culminaban las últimas etapas llanas del Camino Español, antes de afrontar el ascenso hasta los pasos de los Alpes. Como capital de duques y reyes, Turín es una ciudad palaciega, mucho más que Milán. Desde la espectacular plaza Vittorio Veneto, a orillas del Po, (que a nosotros nos recordó mucho a la Plaza del Comercio, de Lisboa), por vias porticadas se llega al antiguo castillo, que sería de lo poco que un soldado de nuestros Tercios podría reconocer. Pero incluso éste tiene truco. Tan solo mantiene la mitad del castillo medieval, a su vez realizado sobre los restos de una antigua puerta romana, mientras que por el otro lado conforma el Palazzo Madama, levantado en el siglo XVIII por Juvara, para la regente María Cristina de Saboya.


Para los católicos, Turín es también la ciudad de la Sábana Santa, custodiada en la Catedral de San Juan Bautista, en una preciosa capilla que lleva cerrada más de veinte años porque fue destruida por un incendio y desde entonces la están reconstruyendo (¡!). La Síndone se salvó en el último momento gracias a la heroicidad de los bomberos, y se mantiene en una urna, expuesta a la oración en la propia catedral, aunque la sábana en sí sólo se muestra al público en contadas ocasiones.


Quien quiera hacerse una idea de la capilla de la Sábana Santa y no esté dispuesto a esperar otros veinte años puede visitar la cercana iglesia de San Lorenzo, en la misma Plaza Real. Su cúpula tiene un estilo similar, aunque a menor escala, y en su sacristía se expone mucha información de la Síndone, incluso una copia de tamaño real.


Es imprescindible la visita al Palacio Real, no solo por ver preciosos salones, cuadros y escaleras, sino mayormente para disfrutar de una de las mejores armerías del mundo. Para un aficionado a la Historia Militar se requerirán horas y horas de disfrute. Nosotros tuvimos que conformarnos solo con una, pero eso sí, la tuvimos para nosotros solos pues llegamos a primera hora de la mañana.


Si decíamos que nuestros soldados se dotaban de las mejores armaduras en Milán, tampoco haríamos mal negocio "conformándonos con alguna de éstas".


En nuestros paseos por Turín no pudimos dejar de admirar la espectacular estatua del Duque Manuel Filiberto (¡otra vez!), que preside la plaza de San Carlos. Cubierto con armadura completa y a caballo, parece liderar nuestras tropas en la Batalla de San Quintín, tal como describen los relieves laterales del pedestal.


Tan solo una curiosidad antes de reanudar nuestro camino: al sellar la credencial en la Oficina de Turismo nos marcaron con el distintivo de la Vía Francígena, la que utilizaban los peregrinos ingleses para llegar a Roma desde Calais, y que atravesando Francia y los Alpes transcurre en algunos puntos coincidente con el Camino Español. Este itinerario ya ha recibido la acreditación de "Itinerario Cultural Europeo" y creo que los amantes de los Tercios deberíamos fijar nuestro empeño en que nuestro Camino fuese incluido en dicha lista, en la que se encuentra Santiago, por supuesto, pero también los vikingos, Mozart o "las rutas del olivar"...











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