viernes, 11 de agosto de 2017

5. De Pavía a Milán (15 y 16 - Julio - 2017)

Aunque las tropas españolas, cuando desembarcaban en Génova marchaban lo más rápido posible hacia Milán, donde normalmente quedaban acuarteladas para su instrucción, mientras las unidades de veteranos eran las que recorrían el Camino, nosotros nos permitimos un alto intermedio. Pasar junto al lugar de una de las más famosas batallas ganadas por España y no parar habría sido casi delito...

Pavía se encuentra a unos 130 kms de Génova, y a escasos 45 de Milán, y aunque del lugar principal de la batalla, el Castillo de Mirabello, quedan muy pocos restos, la mayor parte del Castillo de Pavía, que defendía Don Antonio de Leiva del asedio francés, luce estupendamente en medio de un bonito parque, donde suelen hacerse festivales de verano.


Es un castillo "visconteo", de la época en que los Visconti eran Duques de Milán, aunque su fachada, coronada completamente por matacanes, como el propio Mirabello o el más famoso de Milán, que veríamos al día siguiente, es típica del periodo Sforza. Cuando lo rodeas te das cuenta de que, de su perímetro cuadrado, faltan dos torres y todo el lienzo norte. No preguntéis mucho porque aquí dicen que los volaron los españoles, aunque lo cierto es que quedaron muy dañados tras los bombardeos de la artillería francesa durante el asedio y nunca fueron reconstruidos.

Pavía es una ciudad pequeña y muy animada, perfectamente recorrible a pie, cruzándola por su Strada Nuova hasta llegar al pintoresco puente cubierto del siglo XIV, (aunque reconstruido tras la II Guerra Mundial). Conserva algunas torres medievales e iglesias románicas; de las más singulares, San Pietro in Ciel d'Oro, que guarda la tumba de San Agustín de Hipona, y tiene este curioso nombre porque su altar luce una bóveda cubierta de mosaicos dorados de origen bizantino.

Si bien la mayor atracción de Pavía se encuentra en las afueras, en dirección a Milán, la Certosa di Pavía (Cartuja de Pavía), en el lateral del famoso parque donde se dio la batalla, así que los monjes de la época debieron de escuchar los cañonazos, ya que este impresionante monasterio gótico se encuentra aquí desde principios del siglo XV. 


Fue construido para mausoleo de la familia Visconti, y aquí yacen Gian Galeazzo Visconti y Ludovico el Moro, entre otros. Su visita es absolutamente recomendable, además de que los monjes (que ya no son cartujos, sino cistercienses) utilizan un sistema muy curioso para recolectar a los visitantes, que agrupan y guían sin que lo soliciten ni cobrarles entrada, aunque eso sí, aceptan gustosos los donativos que les den para el mantenimiento del inmenso monumento. 

Ya desde aquí sí que podíamos irnos tranquilos a nuestro alojamiento en Milán, que por cierto, estaba ubicado en la zona norte, prácticamente pegado a la localidad de Bicoca, ya absorbida por la gran metrópoli milanesa, lugar de otra famosa batalla. 

La autopista que une Génova con Milán es estupenda y se recorre sin problemas, pero al llegar a la circunvalación de Milán, el tráfico se espesa y hay que armarse de paciencia para llegar al destino. Afortunadamente nuestro hotel estaba junto a una parada de metro, y para nuestros desplazamientos interiores lo empleamos con asiduidad, no tocando el coche hasta nuestra marcha.

Nuestra visita a Milán la realizamos el 16 de julio, domingo, lo que resultó un problema, porque en primer lugar el número de visitantes es aún mayor, y la catedral, el famoso Duomo, está continuamente ocupada por misas, con lo que hay zonas cerradas al turismo. Y en segundo lugar, estaba también cerrado el Instituto Cervantes, cuyo personal apoya activamente a los peregrinos del Camino Español y en cuyas instalaciones pretendíamos sellar nuestra credencial.


Nos armamos de paciencia y, tras sacar las entradas en el Palacio Real, nos colocamos en la cola de acceso al Duomo (cosa bastante poco intuitiva y que nos tuvieron que explicar un par de veces). Es sencillamente impresionante, tanto por fuera como por dentro. Su amplísimo espacio interior, con las gigantescas columnas culminadas todas ellas por grupos escultóricos, te deja sobrecogido. Sus vidrieras, espectaculares y sus capillas contienen gran número de obras de arte, e incluso la tumba de San Carlos Borromeo, enterrado en una urna de plata regalo de Felipe III de España. Así que conviene disponer de tiempo para recorrerlo. Por cierto, para hacer la foto de la fachada hay que volver por la tarde, pues por la mañana es un contraluz imposible...

De allí, recorriendo la Vía Dante, llegamos al cuartel general de las tropas españolas en el Milanesado, el Castillo Sforza.


La construcción, del siglo XV, es inmensa y consta de numerosos patios y edificios que alojaron durante casi dos siglos a cientos de nuestros soldados y que ahora son diferentes museos (arqueológico, arte antiguo, pinacoteca, instrumentos, muebles...) Si no contáis con demasiado tiempo, no dejéis de visitar el de arte antiguo, y podréis disfrutar de los rastros más palpables de la época española...


Las pinturas de los techos son preciosas, y algunas salas, como ésta que guarda un busto de Felipe II como Duque de Milán, están presididas por un enorme escudo de la Monarquía Hispánica. 

También dispone de una interesante armería, para recordarnos que Milán acogía a una importante industria armamentística en el siglo XVI. Y si todo buen soldado de los Tercios debía disponer, sin duda,  de una espada toledana, el que podía permitírselo adquiría aquí la armadura y el casco que deberían protegerle en Flandes...

Conocer con detalle Milán requiere de varios días. No pueden dejarse atrás las galerías Vittorio Emmanuelle, el teatro Alla Scala, los museos, las iglesias, la Última Cena de Leonardo (con reserva previa por Internet)...

Pero como nosotros vamos siguiendo el Camino Español, nuestra última visita la dedicamos a la Dársena, el puerto fluvial de donde parte el sistema de canales diseñado y construido en parte durante la dominación española. El Naviglio Pavese es el que une Milán con Pavía, y es la ruta que siguen los que ahora hacen el recorrido a pie o en bicicleta.

Es una zona muy ambientada, adecuada para cenar o tomar unas copas, y en nuestro caso para despedirnos de esta preciosa ciudad y coger fuerzas para seguir nuestra particular aventura...


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